No hay dimensión humana más cautivadora que la mente o “psiqué” femenina. Ahondar en el porqué de sus pensamientos, actitudes y sentimientos resulta bastante excitante cuan suicida (al menos en lo que a cordura se refiere) y peor aún, a la hora de querer entender las causas de sus molestias o caprichos. No obstante, creo tener la certeza de saber el porqué las mujeres se “arrebatan”, muchas veces sin darse cuenta del daño que pueden generar. La razón de su enojo es bastante sencilla; nuestras damiselas siempre esperan lo mejor de nosotros-los varones-: Una muestra de cariño, las palabras oportunas o aquella actitud adecuada frente a una circunstancia, cualquiera que sea. En pocas palabras, una dama "siempre" tiene expectativas altas; pero, si esta expectativa no llega a ser satisfecha, entonces “sálvese quien pueda y cuidado con los tacos voladores”.
Pasa lo siguiente. Una dama siempre anhela cuidado, servicio y comodidad. Ella espera que su chico churro (aun si de churro no tiene nada) le abrace, le cuente sus vivencias, le pregunte si desea o necesita algo –un heladito, ir al cine, salir a pasear, etc.- y en suma que se le trate como a una reina (que considero se lo tienen bien ganado). Nosotros los chicos churros no tan churros nos esforzamos en buscar su comodidad, hacerles sonreír y ofrecerles nuestro mundo así como aquello que nuestros bolsillos llenos de moneditas pequeñas y polillas buenamente puedan comprar. Vivimos por ellas y para ellas pues… y eso no esta mal.
El problema aparece cuando nuestras hermosas señoritas mezclan sus anhelos y expectativas con capricho, engreimiento y berrinche. ¡Agárrense! (es decir me explico). La mujer siempre espera el correcto actuar del varón. Sin embargo, existen ocasiones en las que este actuar masculino no se condiga o adecue a lo deseado por las damas. Entonces ellas se encierran en su mente, se retrotraen a si mismas y empiezan a creer que su punto de vista es el único válido y que el actuar del chico... no tan churro es del todo equivocado. Se hacen reflexiones equivocadas y pecan de autosuficientes. Se enojan, hieren con la boquita linda que tienen, hacen caras y gestos de aborrecimiento al pobre enamorado y se predisponen a conseguir una, sólo una, y nada mas que una única respuesta válida del chico churro no tan churro a fin de solucionar las cosas; se dicen a si mismas “pobrecito de este tarado si no hace lo que debe hacer (o lo que ellas creen que debemos hacer, que muchas veces es arrodillarse ante ellas, pedir perdon mil y una veces, autoculparse, rogarles, etc). Así, llegan a considerar –erróneamente- que cualquier acción, palabra u omisión masculina que no sea la que ellas esperan, les es del todo incorrecta, insensible, irrespetuosa y por demás perjudicial. En suma: A veces, las mujeres se engríen, al punto de pensar que ellas tienen toda la razón del mundo, y que nosotros los varones no. Reaccionan así porque ellas suponen que no les damos la suficiente atención, no les decimos cuanto las queremos lo suficiente o esquivamos "nuestra culpa e insensibilidad"; en síntesis no estamos detrás de ellas, como perros arrepentidos con miradas tiernas, con el hocico partido y el rabo entre las piernas.
Lo peor de no hacer lo que ellas quieren que hagamos, es el enojo en el que se encierran (el mismo que millones de veces no tiene razón lógica alguna porque es puro berrinche). Cuando intentamos acercarnos a dialogar y solucionar el problema nos dan de cachetadas con palabras frías; de jalones de cabello con miradas y gestos mortales; y de patadas mosquito en la espalda con indiferencia. Entonces, los varones hacemos caso omiso a las agresiones y somos persistentes. Queremos solucionar las cosas -qué brutos y tercos que somos ¿verdad?-, y así seguimos hasta que nos aburrimos y nos quedamos callados, como idos del mundo. ¡Porque no somos de palo eh! ¡También sentimos! (En realidad no nos aburrimos, solo callamos porque nos entra penita y hacemos retroalimentación para el futuro). Lo demás... bueno; esperar a que la dama se tranquilice y hacer las pases y…
Así es cuando se arrebata una mujer. Ella siente que no nos esmeramos en prestarle atención o que restamos importancia a sus palabras, o le entra un bichito de engreimiento, capricho o berrinche. Qué más queda por hacer sino sólo ser pacientes y esperar la tranquilidad para dialogar. Algunos dirán que otra opción ante esos engreimientos insanos y enloquecedores es ponerse duro, recio, hacerse superhéroe y pagar con la misma moneda; mandarlas a volar porque para soportar “niñadas y abusos” ya no estamos. No he llegado a ese punto todavía y no deseo llegar allí. Antes hay que intentar la solución más propia; perseverar y no rendirse, ¿no? “Si uno falla, el otro no debe hacerlo”. Además, se siente de lo mas rico cuando finalmente entran en razón, se tranquilizan y se soluciona el problema. No porque le den a uno la razón, sino porque se empieza a crecer juntos, a compartir y aprender del otro... y quizás también a trascender. Hasta viejitos, mas allá... y de regreso.
Pasa lo siguiente. Una dama siempre anhela cuidado, servicio y comodidad. Ella espera que su chico churro (aun si de churro no tiene nada) le abrace, le cuente sus vivencias, le pregunte si desea o necesita algo –un heladito, ir al cine, salir a pasear, etc.- y en suma que se le trate como a una reina (que considero se lo tienen bien ganado). Nosotros los chicos churros no tan churros nos esforzamos en buscar su comodidad, hacerles sonreír y ofrecerles nuestro mundo así como aquello que nuestros bolsillos llenos de moneditas pequeñas y polillas buenamente puedan comprar. Vivimos por ellas y para ellas pues… y eso no esta mal.
El problema aparece cuando nuestras hermosas señoritas mezclan sus anhelos y expectativas con capricho, engreimiento y berrinche. ¡Agárrense! (es decir me explico). La mujer siempre espera el correcto actuar del varón. Sin embargo, existen ocasiones en las que este actuar masculino no se condiga o adecue a lo deseado por las damas. Entonces ellas se encierran en su mente, se retrotraen a si mismas y empiezan a creer que su punto de vista es el único válido y que el actuar del chico... no tan churro es del todo equivocado. Se hacen reflexiones equivocadas y pecan de autosuficientes. Se enojan, hieren con la boquita linda que tienen, hacen caras y gestos de aborrecimiento al pobre enamorado y se predisponen a conseguir una, sólo una, y nada mas que una única respuesta válida del chico churro no tan churro a fin de solucionar las cosas; se dicen a si mismas “pobrecito de este tarado si no hace lo que debe hacer (o lo que ellas creen que debemos hacer, que muchas veces es arrodillarse ante ellas, pedir perdon mil y una veces, autoculparse, rogarles, etc). Así, llegan a considerar –erróneamente- que cualquier acción, palabra u omisión masculina que no sea la que ellas esperan, les es del todo incorrecta, insensible, irrespetuosa y por demás perjudicial. En suma: A veces, las mujeres se engríen, al punto de pensar que ellas tienen toda la razón del mundo, y que nosotros los varones no. Reaccionan así porque ellas suponen que no les damos la suficiente atención, no les decimos cuanto las queremos lo suficiente o esquivamos "nuestra culpa e insensibilidad"; en síntesis no estamos detrás de ellas, como perros arrepentidos con miradas tiernas, con el hocico partido y el rabo entre las piernas.
Lo peor de no hacer lo que ellas quieren que hagamos, es el enojo en el que se encierran (el mismo que millones de veces no tiene razón lógica alguna porque es puro berrinche). Cuando intentamos acercarnos a dialogar y solucionar el problema nos dan de cachetadas con palabras frías; de jalones de cabello con miradas y gestos mortales; y de patadas mosquito en la espalda con indiferencia. Entonces, los varones hacemos caso omiso a las agresiones y somos persistentes. Queremos solucionar las cosas -qué brutos y tercos que somos ¿verdad?-, y así seguimos hasta que nos aburrimos y nos quedamos callados, como idos del mundo. ¡Porque no somos de palo eh! ¡También sentimos! (En realidad no nos aburrimos, solo callamos porque nos entra penita y hacemos retroalimentación para el futuro). Lo demás... bueno; esperar a que la dama se tranquilice y hacer las pases y…
Así es cuando se arrebata una mujer. Ella siente que no nos esmeramos en prestarle atención o que restamos importancia a sus palabras, o le entra un bichito de engreimiento, capricho o berrinche. Qué más queda por hacer sino sólo ser pacientes y esperar la tranquilidad para dialogar. Algunos dirán que otra opción ante esos engreimientos insanos y enloquecedores es ponerse duro, recio, hacerse superhéroe y pagar con la misma moneda; mandarlas a volar porque para soportar “niñadas y abusos” ya no estamos. No he llegado a ese punto todavía y no deseo llegar allí. Antes hay que intentar la solución más propia; perseverar y no rendirse, ¿no? “Si uno falla, el otro no debe hacerlo”. Además, se siente de lo mas rico cuando finalmente entran en razón, se tranquilizan y se soluciona el problema. No porque le den a uno la razón, sino porque se empieza a crecer juntos, a compartir y aprender del otro... y quizás también a trascender. Hasta viejitos, mas allá... y de regreso.
El estrello muchacho
P.d. “Si el hilito se empieza a romper, entonces… lo reforzaré con cinta adhesiva, pegamento, cemento, ladrillos, hierro, diamantes… sólo para hacerlo mas resistente…”
P.d. “Si el hilito se empieza a romper, entonces… lo reforzaré con cinta adhesiva, pegamento, cemento, ladrillos, hierro, diamantes… sólo para hacerlo mas resistente…”