lunes, 1 de junio de 2009

BREVE VISTAZO AL CENTRO DE MI AREQUIPA



Pararse bajo el sol abrasador y en medio de un gentío caudaloso, no es cosa fácil. Sobre todo si uno osa hacerlo en lugares céntricos y comerciales, como el cruce de los jirones Mercaderes y San Juan de Dios.

Gentes que vienen y van, y vuelven a ir para luego regresar en este mar de lágrimas, hacen que la vista se retuerza de maneras complicadas. Entre toda la multitud se distingue fácilmente a aquellos que pronuncian frases ya célebres en nuestro medio: “¿llamadas?, ¿llamadas?, a claro, movistar, nextel, duracell, toshiba, panasonic... ¡A teléfonos fijos y al mas allá! ¿llamadas?” Ahora comunicarte con el taita Dios sale más barato que un pasaje entero en microbús, y por supuesto ¡Más cómodo!. Tal vez esto sea una pequeña muestra del gran auge que han adquirido las telecomunicaciones y el consumismo en nuestra humilde sociedad arequipeña.

Mientras tanto, en una de las cuatro esquinas de aquél cruce, un mimo de talante blanco hace gracia de sus artes, aunque de gracia hace nada porque en realidad ni se mueve. Y es que se ha olvidado tanto a los artistas de nuestra ciudad que todos ellos vienen desfalleciendo intentando resistir a la falta de atención y, sobre todo, a la falta de dinero -o, por último, se van a otro lado, lejos de nosotros, adonde si les presten atención; al final es lo mismo, ya no los vemos más-. En seguida, con una áspera voz, tan gruesa y sorpresiva, hace entrada el bussinesman symbol arequipeño (o el empresario modelo characcato): “¡Amarrrrrres! ¡Amarrrrrres! ¡Lleve sus Amarrrrrres!” Un lugareño de no se dónde que viene buscando no se qué, "con pinta de achorao', chacotero pero buena gente". Sus gritos en vez de atraer espantan y ello aparte de estar envuelto en una masa de pasadores infinita que le cubren casi todo el cuerpo. “¿Debe ser difícil venderle pasadores a los de mocasines y terno ¿no?

De todo pasa en nuestra ciudad. Millonadas de gente hacia el norte, otros hacia el sur, y yo paradote en esta esquina. Ya las gentes en constante vaivén me miran de manera extraña y, lo que es peor, empiezan a cuidar bien sus bolsos, carteras, maletines y celulares al pasar cerca a mí. Sí, sí, no soy estúpido, seguro piensan que soy un pillo ladrón esperando el menor descuido para robarles: ¡Tonteria mas grande! La globalización y la competencia comercial han vuelto a nuestra gente tan hiperactiva, insegura y recelosa que ya uno no puede quedarse parado ni un segundo a observar a su alrededor. Si lo hace, se convierte en un ser humano sui generis, un pobre en potencia, o un ladrón en acto; así que me largo, porque para dar inseguridades no estoy en esta calle, y menos para que me aprecien como un cutrero. Además que cumplida está mi tarea (descansar un rato del incesante sol y la espesa camina) y ya me llama la digestión.

*Rafael Sanzio, "La escuela de Atenas", Museo del vaticano.

1 comentario:

  1. Me ha pasado un par de veces, cuidate vituchus!
    Tu pata José

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