domingo, 26 de abril de 2009

“PLATO DE ENTRADA MATUTINO: UN SÁBADO ORDINARIO A LA EXTRAORDINARIA”


El rutinario despertar matutino deja reconocer pronto al sol y a aquellos pajaritos que no dejan de chiflar. Todavía ando medio sonámbulo, y ni siquiera ando por que más echado no se puede estar; todo gracias a la infinita batalla que sostuve horas antes contra el ya tradicional contendiente, el sueño campeador. ¡Ah! ¡El Sueño!, ilustre guerrero de infatigables y cruentas batallas. La noche anterior se había presentado caballero y puntual como siempre y luego de tres estocadas que me causaron cabeceadas letales, dio un golpe fulminante, allí a la altura de mi estómago, para dejarme tendido a sus pies, en la cama, pero desmayando para dormir rico, como Dios manda.

Seguía en la cama somnoliento cuando oí “El día empieza iremos hacia el sur…” en una radio popular que el hermano llegado de Lima escuchaba. Y como hoy no se iba al sur ni con la familia, o aunque sea yo, pues menor importancia. Incluso ignoré los gritos de la madre abnegada que madruga todos los días por uno, y que se convirtieron, desde hace ya buen tiempo, en deporte hogareño y tradicional. Doy media vuelta en la cama y arropándome con las sábanas, parezco exclamar sutilmente: “No jodan, que hoy es sábado y el descanso es sagrado, porque Dios lo manda”. Nada ni nadie parecía levantarme de la cama, hasta que miré aquél aparatito con numeritos y manecillas que da la hora. “-'ta males, es retarde”. Las clases en la Universidad comenzaban dentro de media hora, así que sin más y de un brinco traté de ponerme en pie, con el cuerpo todavía adormecido y los parpados más pesados del mundo. Siguiente destino: El baño. Tras coja caminata hasta el cuarto aquél, cierro la puerta y me siento en el inodoro. Enseguida, sólo Dios sabe y ni Dios querrá saber, porque mis hedores en aquél baño son suficientes para superar cien veces a Hitler y sus cámaras de gas. Soy un asesino pero un suicida también, encerrado en tan pequeño cuarto con tan mortales olores. No hay tiempo. Abro la llave de la ducha para sentir la tradicional lluvia frígida y relajante, paradoja que aún no termino de entender. El cuerpo empieza a reaccionar ante la glacial pero renovante agua y unos minutos después estoy como nuevo. De allí en adelante todo es maratón; a ponerse la misma ropa de ayer y ni pensar en peinarse porque el cabello indomable y trinchudo que uno se maneja no le permite tanto lujo. Luego, "al diablo el micro", quedan 10 minutos para el inicio de clases, así que a tomar taxi... cualquiera es útil.

El camino en aquel tico color amarillo está cargado de preocupación e impaciencia; de pronto, “-¡Llegamos!”, anuncia el buen taxista. Corro para llegar a la meta, nada me para. Ignoro el abanico de saludos de personas que ni se reconocen por la rapidez con que me alejo del taxi ni escucho los gritos del vigilante bonachón que la sufre más que uno todos los días. “Pobre el pobre, amanece al amanecer, duerme para no dormir”, hasta que de pronto me acuerdo: “Chessss, no he pagado el taxi”. Regreso presto a pagar el servicio que el taxista ahora enfadado exigía, y a pronunciarle millones de “discúlpeme” para enseguida tomar de nuevo la posta final de la carrera (que en realidad de final tiene nada, porque “el día empieza pero no iremos hacia el sur…”, y proseguir con el ordinario sábado a la extraordinaria. Ya en el salón de clases se piensa “jodida la vida, jodida la U; estudio y sueño no van de la mano, pero eso al profesor no le interesa, si faltas jalas”. A los pocos segundos un dolor de estómago asoma a galope cada vez mayor. Me hace recordar la incesante batalla de viernes por la noche y la estocada final que el sueño campeador me proporcionó para dormir, o tal vez sólo sea la consecuencia de no haber estado más tiempo sentado en el inodoro, aquél el de la cámara de gases matutina.

jueves, 9 de abril de 2009

¡AYUDA! ¡FAVOR EXPLICAR EL "NO SÉ QUÉ"!

Cuando uno se motiva a escribir no busca el premio nobel de literatura ni intenta demostrar a otros que sabe hacerlo, tan sólo le vienen ganas de escribir, y escribe. Aunque también deberíamos tener en cuenta a aquellos que escriben por obligación, como los colegiales o universitarios cuando se les pide algún trabajo de investigación; o los trabajadores cuando se les exige reportes o informes y varios disparates documentarios que a veces nos parecen inútiles.

Lo interesante es que hasta ahora, y a pesar de haber querido, no he podido escribir de manera lúcida acerca de ese "No Sé Qué" que se siente cuando se conoce a una dama. Creo que varios de nosotros hemos experimentado este extraño; nos enreda la mente y confunde nuestros sentidos; "nos patea el cerebro". Nos hace merodear con la mirada el paso que lleva una mujer; analizarla de arriba abajo y de abajo arriba; atender cada palabra suya y concentrarnos en todos sus gestos, para finalmente dejarnos afirmando "ella tiene algo, tiene un no sé qué".

En mi corta y gallarda vida he tenido esta sensación varias veces de una manera vana, pero sólo una vez en forma verdadera; por ello (y porque el tonto espiritu cientifico así me lo exige) he clasificado los "no se qué" en superficiales y reales. Los "no sé qué" superficiales acontecieron cuando era más joven aún, es decir, "cuando ni siquiera sabía sonarme los mocos". Son esas épocas en las que el colegio y los amigos son importantes y ni que decir de las chicas. Esos fueron los primeros amores , no más, no menos. No obstante, el "no sé qué" real, muy distinto a los anteriores, lo viví hace poco, cuando encontré y reencontré a una bella damisela. Lo malo es que, desde entonces, he intentado describir lo que se siente vivir entre magia y realidad, adormitado y bien despierto, intolerante y comprensivo, todo a la vez, sin tener mucho éxito. Se me ha dicho que estoy tonto y "embobado", "que peco de bruto y pa' bestia ni quien me gane" y que todo es pasajero porque aun me falta vivir. Pero ya que aún no sé como describir este no sé qué y nadie me ha ayudado a describirlo (ni se me ha demostrado que es superfluo), creo que daré la contra a todos y persistiré en mi empresa, es decir "seguiré pecando de bruto y siendo el campeón de los bestias". Quién tenga certeza acerca de cómo describir el "No sé qué", por favor, no saque boleto, no espere su turno, acérquese a ventanilla que con gusto lo atenderemos, escriba, manifiéstese, hable.

Atentamente,

El bruto pecador, rey de los bestias... con el no se qué real en la cabeza.

P.d. Por favor, considerar que el "no se qué" no se equipara con un simple enamoramiento (no sé qué superficial), pero tampoco con el amor "agapé"... La intensidad es mayor.
* J. Enrique Gonzalez, "Dama 2002", Oleo sobre lienzo.

miércoles, 8 de abril de 2009

La Semana Santa y la Actual Sociedad [Arequipeña]


En plena Semana Santa y a vísperas de hacer desfallecer una vez más al buen señor Jesús (el de la cruz) varios de nosotros -"lonccos" Arequipeños- disfrutamos de un buen descanso. Algunos de las penurias del trabajo y otros de la incansable universidad. También están aquellos que se alejan del colegio y unos más que siempre estuvieron descansando pero que no desean perder la costumbre. Sin embargo, también están los que no descansan; los aguerridos que siguen trabajando y estudiando; los que "aprovechan el tiempo" en algo productivo y en fin, aquellos para quienes la semana santa no trae consigo significado alguno de "echarse a la cama" "dormir una siesta", "etc.".

Así es nuestra Arequipa, ciudad de opuestos y a la vez ciudad de iguales. Y ya que la Semana Santa se nos pasa rapidito, "debemos" aprovecharla al máximo. Partidito de fútbol por aquí, viajecito por allá, "Brindis mientras no nos miran", y fiestita para recordar a Sodoma y Gomorra. Ni qué decir acerca de las costumbres "pascuenses". Como buenos y fervientes devotos, los arequipeños recorremos estaciones; pero eso sí, con grupos de amigos, porque sino ¡NO!, con celular al oido y billetera cargada de billetes... claro, para comprar manzanas acarameladas, la velita bonita y algun postre por alli. ¡Ah, cierto! ¡Cómo olvidar los postres! Que la mazamorra de Chancaca -también llamada sucia o negra-, el arroz con leche, la infaltable "mezcolanza morada" (mazamorra morada) y etcétera. Para acompañar el gusto y deleitar la mirada una buena película de pascua, de esas en las que se habla de Israel, de la tierra prometida, de un tal Adan y su amada llamada Eva, del báculo que se convierte en serpiente y el mar que se convierte en vino... o en sangre.

Esta Semana Santa se ha convertido en otro fin de semana largo, como los que decreta usualmente el Gobierno para promover el turismo nacional. Mas, me pregunto: ¿Y el tiempo de reflexión? ¿Y el tiempo de cambio? No quiero decir con ello que debamos autoflagelarnos por nuestros errores -quien no tiene errores, por favor, "que levante la mano"- sino tan solo tomar un breve momento en estos días y dar un vistazo a nuestras vidas. ¿Cómo vamos? ¿Somos felices? ¿Amamos? Incluso, si es posible podriamos mejorar algun aspecto nuestro, dejar de ser engreidos, no gritar tanto a mamá o papá, dedicarnos un poco mas al trabajo y al estudio, o quien sabe, "tratar de conquistar el mundo". Despues de todo una reflexión al año, no hace daño, ¿no?

Saludos fraternos y éxitos.
*Machaca de Aquino, "En andas", óleo sobre lienzo, 2008